martes, enero 15

Algunas reflexiones teológicas sobre el amor.



A continuación cito algunos fragmentos sobre el concepto de amor auténtico que Balthasar nos propone en su libro “Teológica 1: La verdad del mundo”. Largos pero sublimes. Sobre todo el último. Vale la pena reflexionarlo un par de veces.


“(…) El amor (…) no es separable de la verdad. Está ya en el origen del movimiento de la verdad, tanto en el objeto como en el sujeto. En el sentido de la abertura del ser y de su estado de abierto, y, así, es imposible que subsista duda alguna acerca de si tiene en sí mismo la medida de la respectiva aplicación de la verdad. El egoísmo, por el contrario, que no conoce el amor, no puede saber tampoco de la verdad en el sentido pleno.”

“Amor es la desinteresada comunicación de lo propio, así como es en sí mismo la desinteresada recepción del otro. Es por eso la predeterminada medida de toda la verdad. La autocomunicación será, entonces, auténtica revelación de lo propio si tiene por sentido último la entrega misma, y la recepción de la revelación ajena llevará entonces a la auténtica comprensión si es comandada a su vez por la entrega a lo que se ofrece. En tanto que el amor es el movimiento mismo de producción de la verdad, es el único que tiene en las manos la llave última de la aplicación de la verdad. Es la auténtica medida de toda comunicación y de toda recepción.”

“Dentro del amor un error formal no puede dañar, mientras que toda verdad empleada fuera del amor sólo puede actuar en forma destructora.”

“Quien busca la ley de administración de la verdad, sólo necesita mantenerse en el amor para no incurrir jamás en faltas. Toda verdad que se comunica y se acoge en el amor es administrada correctamente, aún cuando muchas razones parezcan hablar en contra de ello (…). La característica del verdadero amor siempre será en tal caso ésta: que la justicia en la que se funda sea cumplida plenamente y que sólo en este cumplimiento sea superada y desbordada. Un amor que creyera poder despreciar la justicia sería desenmascarado, precisamente por esto, como una extravagante ilusión.”

“La verdad como desvelamiento del ser tiene su medida y sus límites en las leyes del amor; el amor, en cambio, no tiene ni medidas ni límites en otra cosa que en sí mismo.”

“El amor es esa receptividad que da crédito a toda verdad ajena para revelarse como tal. Es el a priori más amplio que existe, pues no presupone otra cosa que a sí mismo.”

“El amor es lo contrario de la actitud sectaria de creerse siempre en posesión de la verdad. Está inclinado a hacer valer antes la verdad ajena que la propia. Tiene la libertad de afirmar toda verdad, aun la que no ve directamente, y no puede juzgar si procede sólo del amor. (…). No juzga; sólo señala y deja el juicio al a evidencia de su más radiante revelación.”

Y la más sublime de todas – lo que espero del amor, a decir verdad –:

“El amor puede creer aún contra todas las apariencias en caso de que esta fe dé al amado la fuerza para que este llegue a ser el que debe ser. Quizá existan en el amado todos los elementos dispersos, a partir de los cuales el amante construye la imagen ideal que ofrece como espejo al amado. Él le muestra en ella el plan del edificio concluido, le anticipa su perfección en la fuerza creadora del amor, aun cuando en la realidad apenas existan materiales para construirlo. Y sin embargo, el elemento más esencial para esta construcción, la fe del amor mismo, está presente: gracias a ella es posible lo imposible. Su fuerza es tan grande que simplemente niega la realidad que se le opone y la deja a un lado como inexistente. “Yo sé – dice el amor – que tú no eres aquel que representas”. El amor no toma por construcción e invento suyo la imagen que él ha visto del amado; la entiende, si es amor auténtico y no frágil enamoramiento, como un arquetipo del amado que le ha dado Dios, que Dios le ha confiado. Pues a los seres les es concedido el perfeccionarse entre sí, el ser en el tú lo que no se puede ser en el yo. Sólo el amor puede proporcionar esta ayuda, esta síntesis cuya fuerza significa lo opuesto al desenmascaramiento del psicoanálisis. Los encantamientos del amor son totalmente sobrios. Tienen en sí una clara fuerza probatoria y una seriedad moral que no son a propósito para las fantásticas construcciones de los métodos de la disección anímica, no obstante su aparente realismo. Pues la imagen sintética que el amor descubre y presenta al amado no es una invención subjetiva y arbitraria; ha sido encontrada en la actitud más objetiva posible, en la entrega desinteresada al objeto, a su sentido y su salvación, como la más íntima realidad del objeto. También en esta obra, la base del amor sigue siendo una estricta y objetiva justicia: cuando él establece lo que debe ser simultáneamente en sus manos la medida de lo que es. Y puesto que posee esta medida con tanta seguridad, puede permitirse contemplar la realidad tal cual debe ser, y, por olvido –en palabras de Balthasar, “el divino olvido”– e inadvertencia, eliminar lo que no se adecua a su imagen.”





¡Hala!, ahí tienen.

10 comentarios:

Rei Ayanami dijo...

Hola.

Llego aquí vía el blog Fénix 21 del querido Sergio.

Me asalta una pregunta: ¿Que entiende Balthasar por "la verdad" o "lo verdadero"?, ¿se refiere respecto al ser de quien ama?, ¿se refiere a la comunicación de lo que se ama? No me queda claro.

De cualquier manera, es un gusto encontrar otro espacio donde se trate a este teólogo, del que Sergio me ha hablado algo.

Besos.

Rei

Darío Zetune dijo...

Por lo que entiendo, existe un desvelamiento de lo propio y un descubrimiento de lo propio en el ámbito del amor, es decir, uno va descubriendo quien es cuando se sabe amado, cuando se sabe mirado con amor (por la madre, por el amigo, por el amante).

Supongo entonces que para Balthasar, la verdad como develamiento, sería esa profundización en el "quién soy yo", por medio de la relación, de tal manera que ya no hay proyección de imágenes o de máscaras de uno hacia el otro: ya no hay una mascarada, o más bien, ya no se ve el juego de espejos como lo único real.

Ahora que el carácter "desinteresado", no se hasta qué punto sea así en las relaciones humanas. En ese sentido, me parece sintomático que en otras partes de sus escritos, Balthasar recurra a la imagen de la relación hijo-madre para ejemplificar el amor y los trascendentales del Ser (digo, habría que ver lo que diría el psicoanálisis al respecto, jiji).

Otra cosa que me llama la atención es que use la metáfora del espejo. Luego te paso un fragmento de un libro sobre Ficino donde se habla del enamoramiento como un proceso de "vampirización" espiritual. Poco que ver con la entrega desinteresada del que nos habla Balthasar, pero quizá, más próximo a lo que sucede realmente entre los humanos.

Abrazos.

Sergio.

E.P.S. dijo...

Como le decía a Lord Chandos:

Los textos de Balthasar han de leerse como cuando se cata el vino... a sorbitos ;)

Además me parece muy interesante el comentario de Sergio... muy atinado. Con sólo leerlo hasta me entra la duda de que seas ateo :P (sin ofender, eh?

Por cierto, Lord, gracias una vez más por compartir este vino Balthasariano!

La machincuepa dijo...

Hola.

También soy otra navegante que llega por la vía del blog pagano-medio cristiano de Rubén, el Fénix.

Veo que les gusta mucho Balthasar, ¿él ha escrito sobre las relaciones entre cristianismo y judaísmo? Me interesa.

Shalom

Debby.

Meruti Mellosa dijo...

(Aplausos) Bebamos esos sorbos.

Me encantó. Y estoy de acuerdo, se nota eso sobre todo en nuestras madres cuando saben que nos pasa algo sin gesto alguno de nuestra parte.

Darío Zetune dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Darío Zetune dijo...

Holas Artemisia.

No, no soy ateo, en todo caso, pagano.

Aunque, si te entiendo, creo que partiste del condicional "si es ateo, entonces no entiende el amor, o quizá, el amor tal y como lo entedemos los cristianos".

Es paradójico, porque muchas veces yo he encontrado una verdadera preocupación por los demás en lugares no cristianos (es decir, de otras religiones, ateos, agnósticos, etc.); mientras que en otros tantos ambientes "católicos" (de esos llenos de la "gente bien"), encuentre, pues... lo contrario.

Pero no me sorprende que muchos de aquellos que no sean cristianos, sepan amar: todo depende, en última instancia, de la hondura de su humanidad: qué tan despierta está su humanidad.

Yo hace un tiempo padecí el amor: padecí a un hombre, y puedo asegurarte que esa experiencia me ayuda más para comprender y amar a otros: sean mis amigos, mi familia y demás.

Todo está, en efecto, en qué tan despierta esté la humanidad propia.

Sergio.

E.P.S. dijo...

Amigo Sergio,

Soy humanista. No hago distinción entre católicos, paganos o ateos en cuanto a su humanidad. Y yo creo que todos los hombres podemos acceder al Amor.

Tampoco soy partidaria de que por estar en círculos católicos uno va a encontrar siempre "gente bien"... Creo que sabes de lo que hablo, que hay de todo en todas partes: desde fríos pornógrafos hasta hipócritas ideológicos bajo banderas de partidos divergentes.

Yo te hablo como buena católica y persona que quiero ser: Lo católico es universal, es tener respeto por lo que es diferente, es apertura, nunca rechazo. Si no ¿qué clase de religión practicaría si no es ésta de Amor?

Un abrazo electrónico = @

Saludos de Artemisia ;)

Anónimo dijo...

Para Balthasar, según entiendo, el amor (el Amor) no sólo genera la verdad entre las personas – a la cual podríamos llamar ética –, sino toda la verdad del mundo, incluida la verdad ontológica de las cosas.



El teólogo de Lucerna afirma que toda verdad es aletheia, es decir, desvelamiento. Este develamiento no se restringe al hombre, pues todo el ser es revelación en el ente; y todo ente es revelación en el ser. Este movimiento ontológico co-dependiente – sin ser no hay ente y el ser sólo subsiste en la concreción de un ente – es la verdad. La verdad, en este contexto, en tanto que se comunica, en tanto que se ex-presa, es signo de un Verbo, de un misterio amoroso (por contingente y libre) que le precede. De ahí que Balthasar recupere la noción de creación en el Hijo y por Él (San Pablo), tan olvidada por los teólogos contemporáneos. Si el Hijo, sin dejar de ser Dios (el Amor), se ha hecho hombre, esto es, ha asumido la materia, entonces la materia se recrea en Cristo como amor. Pero la verdad, al mismo tiempo que se desvela, por remitir siempre a una infinidad de relaciones verdaderas, sinfónicas, también es ocultamiento.



En otras palabras: existen una serie de polaridades dinámicas en todas las cosas, que revelan y ocultan: la dualidad ser-ente (diferencia ontológica); la dualidad esencia-acto de ser (distinción real); la dualidad esencia y existencia (en el sentido kierkegaardiano- heideggeriano); y la dualidad apariencia-esencia (si no es que se me olvida alguna más). Y estás tensiones únicamente se estabilizan en el Amor.



Esta expresión o desvelamiento en el caso del hombre, es consciente. Él es el único ente que tiene conciencia del Ser. Y la responsabilidad o misión que tiene por esta peculiar capacidad, es pastorear el ser, "ser pastor del ser" (expresión que, como se sabe, Balthasar toma de Heidegger). Es por esto que nuestro teólogo puede distinguir entre objeto y sujeto. Ahora bien, todo objeto ( ob-jectum) como tal, en su realidad última ontológica, jamás se puede conocer –el fuego pensado no quema; el hombre pensado no piensa –. Existe, diremos, un límite mental.



Todo objeto se presenta degradado al conocimiento: se presenta como un "concepto". ¿Será esto valido también para el objeto que, al mismo tiempo, es sujeto, es decir, al hombre que se presenta frente al hombre? Balthasar dirá que no (aunque no de manera que se resuelva todo el misterio del otro). En el libre amor, ya no sólo entendido como movimiento ontológico de todo lo existente (amor cósmico) o símbolo inconsciente del Amor, hay un desvelamiento que logra superar, ciertamente, el límite mental. Hay una intuición, por decirlo de alguna forma, de corazones, cuando dos enamorados deciden compartir su intimidad. Se oye vago, pero Balthasar da una explicación pormenorizada del tema en su libro Teológica 1: La verdad del mundo, que yo no puedo exponer aquí.



Por otra parte, y en contra de una visión que agotara el misterio del hombre o su máscara, Balthasar afirma que el "yo" de la persona es tan misterioso – en primer lugar, como objeto físico que se presenta frente a mí como cualquier otro objeto – que jamás puede ser aprendido en su totalidad ni por ella misma en su autoconciencia (o reflexio completa). Lo anterior significa que en una relación de amor no se agota jamás quién es el otro. En suma: siempre subsiste un misterio en la persona. Y esto es así porque el arquetipo que Dios tiene de cada hombre (su acto de ser personal), y que cada hombre realiza libremente como vocación o misión, se está continuamente realizando y su plenitud siempre es futura. El hombre no es tanto un centro o esencia, inmutable, a-histórico y cerrada, –como no lo es tampoco Dios (ad extra, se entiende) – cuanto una dinamicidad continua que se construye o destruye en las decisiones (sobre, eso sí, una base dada: un naturaleza – muy incipiente, si se quiere –.



El arquetipo de todas las cosas puede ser conocido, aunque solamente de manera parcial, por el hombre, puesto que él es la única criatura que tiene noción del futuro: puede proyectar su vida y la de todos los seres en un horizonte de plenitud; en un mundo del "deber ser". El hombre tiene el encargo de liberar al mundo de sus "dolores de parto". En el caso de los enamorados, el amor permite conocer por vía intuitiva y por revelación de la Gracia ese arquetipo del otro; mas, como ya dije, no de manera absoluta. Y la realidad de esta visión "sintética del amor" que hace presente lo que la persona debe ser y que de hecho ya en cierta manera es –pues Dios le ha dado los elementos o potencias para cumplir su misión, y las potencias algo son ya o no son en absoluto – viene dado, por un lado, por la capacidad de proyectar la vida del otro en un horizonte de futuro; por otro, la privilegiada mirada intuitiva que logra al amante del amado; y por ultimo, la gracia de Dios donada a los amantes para realizarse el uno en el otro como un "nosotros".



Sobre el desinterés en el amor. Hay, según Tomás, 4 etapas en el proceso del amor: la afectación, la coaptación, el deseo y la delectación. Por otra parte, hay dos grandes teorías –surgidas en el XIX y XX – respecto del amor a Dios: la física, que afirma que el hombre amándose a sí mismo ama a Dios; y la excéntrica, que propone que el auténtico amor debe renunciar a todo tipo de beneficio hacia la propia persona (esta propuesta es de corte luterana).



Scola, estudioso de Balthasar, dirá que ambas posturas son erróneas, pues olvidan la distinción entre el amor a uno mismo y la propia perfección en el bien. En el esquema Tomista las tres primeras etapas –afectación, coaptación y deseo – pertenecen a lo dado por naturaleza o voluntas ut natura. Y las tres también denotan una tendencia natural de todo hombre a su propia perfección; es decir, a su bien, que, en última instancia es el Bien. En esta tendencia no hay libertad; todo agente, necesariamente, se mueve por un fin. Esto significa que al momento de pasar del deseo a la delectación siempre hay una referencia obligada a la propia perfección. Pero también en ese paso aparece la libertad, como voluntas ut ratio, que puede decidir si la satisfacción del deseo se realiza como amor egoísta a uno mismo (distinto de la tendencia natural y obligatoria al propio bien), donde todo se vuelve un objeto – hasta Dios – de satisfacción, o como benevolencia, donde se afirma al otro por su propio valor de fin.



Y ya.

E.P.S. dijo...

Gracias, Lord Chandos... el "y ya" lo dice todo (jajaja) :P

Sin embargo, retro-comentaré para ver si entendí:

Entonces, el Amor como verdad es desvelamiento, pero no completo.

Existe también un ocultamiento referente a la Verdad Última. La verdad oculta puede compartirse en lo íntimo ("yo en el otro")pero nunca de manera total -de ninguna de las partes- sino en potencia de plenitud, dada, en tus palabras (salud por ellas!):

"(...)por la capacidad de proyectar la vida del otro en un horizonte de futuro; por otro, la privilegiada mirada intuitiva que logra al amante del amado; y por ultimo, la gracia de Dios donada a los amantes para realizarse el uno en el otro como un "nosotros".

En cuanto a lo que concierne sobre el amor desinteresado, interviene la libertad al afirmar al otro como el valor de mi propio fin hacia la perfección: la persona como fin en mí, dejando de lado el autobeneficio egoísta (de ahí el desinterés)

Aunque mis palabras sean sencillas, espero haber entendido bien el contenido ;) Gracias por la explicación!