Diálogos sobre la poesía
La verdadera vivencia del alma es lo que las palabras desean expresar hasta el punto de llegar a fascinar. Un momento surge y exprime la savia de miles de otros momentos semejantes a él, penetra en la cavidad del pasado, y toda su voz brota de miles de instantes congelados que lo constituyen: lo que nunca fue o se dio surge entonces, es presente, y más que el presente. Lo que nunca coincidió con ninguna otra cosa está ahora en el instante en que todo ocurre simultáneamente, fundido con el fuego, el resplandor y la vida. Los paisajes del alma son más hermosos que los del cielo estrellado: no sólo sus constelaciones son miles de estrellas, sino que sus abismos, sus penumbrosos espacios, son ellos mismos vida múltiple, vida que ha perdido su luz bajo su masa, que ha caído asfixiada por su abundancia. Dichos instantes son los nacimientos de los poemas perfectos. Un instante es capaz de iluminarlos, unirlos, hacer de ellos universos y la posibilidad del poema perfecto es tan ilimitada como la posibilidad de tales instantes. Sin embargo, eso se da (…), apenas. Pero que en general se dé, ¿no es en sí un milagro? Que se den tales combinaciones de palabras de las que, como chispas que saltan al golpear la piedra negra, surgen de pronto los paisajes del alma, tan inmensurables como el cielo estrellado, paisajes que se extienden en el tiempo y en el espacio, cuya apariencia, con su presencia sola, cobra sentido vivo en nosotros, un sentido por encima de todos los sentidos. Y he aquí que se dan semejantes poemas… Hugo Von Hofmannsthal (1903)
(De una lectura del Líder.)


