Salió de casa don Fregón. Caminó engominado, endemoniado, pensando todo lo supremo. Miró una paloma y silbó pianissimo. Ni sabía por qué salía ni le preocupaba. Se acomodó el sombrero frente a un aparador. Tomó café y por un encontronazo le derramaron jarabe sobre la solapa. El sol se puso. Durmió pesadamente con pesado aliento a cebollas. Y maldijo al amigo Farragut (desaparecido) y a todos los desaparecidos con él. Interiormente clamó entre arcadas: La canaille silencieuse.
martes, junio 16
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4 comentarios:
Camaradas. Este blog representaba nuestro terror a la fría pornografez y a la necrofilia cultural. A la burguesía, en una palabra. "Lujuria que había perdido su risa; miedo que había perdido su vergüenza". Tal vez seamos todos burgueses, pero antes temíamos en este bló que -¿simbólicamente?- ha muerto. Todas las factualidades del espíritu parecen siempre morir.
Bueno, bueno, me propondré publicar algo una vez a la semana.
Pero tú también deberías publicar con más frecuencia.
En fin, revivamos, como tantas veces lo hemos hecho, a nuestro pequeño Lázaro.
Salud!
Por cierto, me gustó el remozo que le diste al texto. Quedó más plástico y poético.
Bello, breve, medio bribón, burlesco, buen texto. Amigo, que aún los hay: gracias. Volvamos, yo digo, todos, a publicar.
Como nuestras propias vidas, como siempre, volver. Hasta que lo hagamos con la frente marchita, de nuevo.
Siempre volver. A ser niños. Como Chesterton, a quien David cita, con nostalgia, cito yo del mismo sitio:
"Puesto que los niños tienen una gran vitalidad, ya que son fieros y libres de espíritu, quieren que las cosas se repitan y no cambien. Siempre dicen: “Hazlo de nuevo”; y el mayor lo hace de nuevo hasta que está casi muerto. Ya que no son lo bastante fuertes para exultar por la monotonía. Pero acaso Dios sea lo suficientemente poderoso como para emocionarse con la monotonía. Es posible que Dios diga al sol cada mañana: “Hazlo de nuevo”; y cada tarde “Hazlo de nuevo” a la luna. Acaso no sea una necesidad autómata la que haga a todas las margaritas iguales; puede ser que Dios haga cada margarita por separado, pero nunca se canse de hacerlas. Puede ser que Él tenga el apetito eternal de la infancia; ya que nosotros hemos pecado y nos hemos hecho viejos, y nuestro Padre es más joven que nosotros. El repetirse de la naturaleza puede no ser mera recurrencia; puede ser un encore teatral. El cielo puede pedir que se repita al pájaro que puso un huevo."
¿Tendremos la infancia de repetirnos?
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