jueves, agosto 30

Busco mi estro

Lord Ch. es negligente para la tecnología. Mucho. Más que yo. Así que me ha pedido que les comparta esto, porque él no puede subirlo. Mal hado... Los dejo con Lord Ch.
Se me ha escapado el estro. No sé si salió por la ventana en un momento de distracción o si lo olvidé en el baño la última vez que fui. También es probable que se haya quedado atrapado entre las hojas de uno de los tantos libros que tengo en mi mesa de trabajo. No dudaría tampoco que se haya cansado de estar esperando a que yo me decantara por un forma gramatical precisa para el ensayo que estaba escribiendo y se haya ido a correr el tacón.

La cuestión es que no sé cómo recuperarlo. Por eso escribo estas líneas. Espero que el estro se vea atraído por el olor de estos párrafos, y cuando se acerque, pueda atraparlo. No se me tache de inocente. Conozco la cualidad delicuescente del susodicho. Cogerlo entre las manos es como intentar asir el aire. Mi táctica consistirá, entonces, en absorberlo con la boca cuando lo vea pasar. Dicen que tiene un regustillo dulzón, como el veneno. Éste será pues el indicador de que lo he conseguido domeñar.

Hasta ahora, nada. Parece que se ha perdido y no sabe por dónde volver. No lo culpo. El edificio en el que laboro tiene infinidad de oficinas e infinidad de gentes que también están escribiendo igual que yo. Es fácil que mi estro se pueda confundir e inspire a un desconocido.

Otra cosa que complica el asunto es su identificación: uno nunca sabe si el estro que lo vivifica es el de un burócrata, un pintor, un poeta o un frío pornógrafo. En el mejor de los casos, sólo barrunta el tipo de estro por sus reacciones secundarias: el del burócrata genera un espíritu tardo, pesado; el del pintor, un espíritu soñador, romántico; el del poeta, imaginación y elocuencia; a menos de que sea el de un lírico posmoderno, en ese caso genera un espíritu de depresión y desaliento, con tendencias suicidas. El último, como es lógico, genera inspiración lasciva, que incluye una detonación de la imaginación y memoria.

Pues nada, sigue sin venir… Hablábamos de la identificación. Difícil cuestión. Yo he optado por perfumarlo, atribuirle un nombre, tropos tês hyparxeos, como al ángel de la guarda – son muy parecidos; tanto, que algunos han llegado a identificarlos –, colorearlo, dedicarle un chiflido específico (fui fuíííí) y un sin fin de triquiñuelas por el estilo. Aún así, es empresa heroica encontrarlo, pues todos tenemos gustos muy semejantes, lo que hace que los estros sean parecidos.

¡Creo que ya lo reconocí! Tengo que dejar de escribir porque de lo contrario puede sospechar. Sí es él…. auuuum. Sabe salado… a lo mejor no es el mío, sino el de un marinero.

The "Thinking Blogger Award"

Gratias tibi agimus, Tras el Muro de Planck. Porque diste en reconocer con el "Thinking Blogger Award", tan honorable, nuestro sitio Hapaxes.
En este párrafo agradecemos a nuestros lectores. A ti, tú eres lector. A ti, gracias, pues.
Ahora seguimos la tradición nombrando cinco blós que nos hagan pensar. A ver. Lamentamos tener que hacerlo, pero es preciso: show must go on.
And the Thinking Blogger Award goes to...
El puerto sepultado de Humberto Beck
Fénix 21 por Sergio
Cetrería de Ñuño Mémez
El asna de Balaam por Otto Hugo Weinberg
Para los que lo han recibido, permanezcan válidas las bases del mismo:
1.- Si, y sólo si, alguien te da el premio escribe un post con los 5 blogs que te hacen pensar.
2.- Enlaza el post original para que la gente pueda encontrar el origen del premio.
3.- Opcional, enseña el botón del premio enlazando el post que has escrito dando un premio.

martes, agosto 21

Figuras de la Pasión del Señor (Gabriel Mirò)

Leer a Gabriel Miró es un placer estético. Como el ojo se refocila en un calidoscopio, de modo semejante la inteligencia queda enbebida de las excelsas estampas del literato de Alicante. Poco leído en México, poco estudiado en el mundo, víctima de un curioso ostracismo por su concepción religiosa de la vida, Gabriel Miró me ha prendido el corazón. Su pluma es lírica, fragmentaria, llena de imágenes sensibles, de sinestesias donde el ojo huele, el oído ve, el tacto comprende, el gusto oye… En este sentido, se encuentra muy cerca de otro gigante de su época: Don Juan Ramón Jiménez, quien, dicho sea de paso, aplaudió el manifiesto estético que Miró plasmó en sus novelas.

Miró utiliza un lenguaje florido y preciso; bello y profundo. Continuamente lleva su prosa a un lirismo poético insuperable. Las palabras se convierten en conceptos, los conceptos en imágenes coloridas, y las imágenes en sentimientos. Las descripciones de paisajes, de pasiones íntimas y de intenciones toman vida frente a nosotros con un realismo poco común. Prosa acendrada por la poesía; poesía utilizada magistralmente para dar belleza inusitada al relato.

A mi modo de ver, una de las creaciones literarias más sintomáticas de lo dicho hasta aquí es su libro Figuras de la Pasión del Señor. En él, Miró despliega toda su finura descriptiva:

“Jerusalem está enramada en palmera y sauce, que fueron los árboles que ampararon al pueblo escogido en los cuarenta años de peregrinación (…) Es el tiempo maduro de la plenitud y reposo de la tierra parida. Ya están colmados los lagares que hierven de abejas, gordas y mojadas de tanto azúcar de racimos; y los trojes y almijares sudan las mieles de los cofines de frutas y la crasitud de toda la cosecha.

Dulces y olorosas, como la piel de los higos y de las ciruelas, y rubias como la parva son las mañanas y las tardes del mes de Tischri, el sábado de los meses.

Y, por las noches, el cielo es una espada inmensa, desnuda, corva, limpia, llena de joyas. Jerusalem relumbra gozosamente, como almenara del Señor…”


Así como su agudeza para desvelar, a través de la descripción circunstancial y física, el carácter de sus personajes:

“El pontífice fue llevado al abrigo del Templo, lejos de todo contacto y palabra de impureza. Le rodeaban los ancianos, leyéndole el Libro de los Santos; y habían de fortalecerles con aroma, y hacer recia la voz, y tirarle de la túnica de lino para abrir sus ojos, porque el gran sacerdote no se alimenta ni duerme en la vigilia de la propiciación, purificándose para penetrar en el Sanctasanctórum. Pero Kaifás era de rebultada cerviz y le pesaba muellemente la sangre. Brillábale la grosura del rostro, y sus pies mollares y desnudos dejaban humedad en las losas como si se le derritiese la corpulencia.”

No sólo impresiona el modo en como Miró construye literariamente sus estampas, sino también su explosiva imaginación, que le permite recrear deliciosamente los paisajes del medio Oriente, con todos sus colores, olores y sabores, sirviéndose de su pericial conocimiento de la cultura judía en época de Jesús:

“Bajo el pórtico del Patio de los Gentiles, de columnas de jaspes de vigas de cedro y piso de mosaico rojo y azul, se amontonan los mercaderes, todos con la insignia de su oficio y lonja; los cambistas, que truecan la moneda pagana por el medio siclo judío del tributo santo, traen un denario colgado de la oreja; los tintoreros, un copo de lana de vivos colores; los orífices y percoceros, un sartalejo de abraxas, un zarcillo de relumbres; los alfayates, una aguja enhebrada; los perfumistas y drogueros llevan atado al capuz, como borla de su ropón, un potecico de ungüento, un pomo de hierbas de olores. Pasan los hortelanos con sus cuévanos de cidras, de naranjas, dátiles, de granadas, de cermeños. Gritan lo recoveros entre sus jaulones de tórtolas y palomas, traídas de los árboles del Kanujoth para las ofrendas de la mujer parida, y las mallas trémulas de gorriones para los leprosos purificados; y junto a las aves están los canastos de huevos de garzas, de gallinas , de ocas, pintados de añil, de púrpura, oro…”

Estas citas, tomadas casi al azar, muestran la calidad literaria que Miró logra, de modo sostenido, a lo largo de todo el libro. No hay distensiones en su narrativa, pues nos encontramos constantemente contrapuntos – dramáticos – que avivan nuestro interés en la lectura. El patetismo de los personajes principales, sus diálogos, sus monólogos interiores, hilvanados con singular maestría, nos invitan a la reflexión. Los momentos de angustia mortal del vía crucis del Cristo son presentados con una sordidez descarnada, como la que probablemente se vivió en aquel momento:

“El Rabí contempló desoladamente los montones de la humanidad seca, enemiga (…) ¡No tenía a nadie!

Una tristeza de hombre, de hombre desamparado, comenzó a reducirle y angustiarle; se le plegaba la piel a sus huesos agudos, de un temblor frío y trágico. Un extranjero le recordaba su soledad. Y sintióse extranjero en la tierra judía, agria, quebrada, oscura. ¡Oh Padre, si el hubiese vivido siempre entre estos hombres de Judea! Lejos, sobre un remolino de koufiehs y turbantes, oscilo la espalda sudada y hercúlea de Barrabas.

Poncio gritó:

El Daño que Rabí Jeschoua os hizo lo expiará con la flagelación. Y ordeno el suplicio que placase a Israel (…).

Los lictores bajaron a Jesús a la rinconada de los Pórticos, donde estaba la columna flagelatoria, un pedestal mutilado, cortezoso de sangres viejas, de sudores y mugres.

Rápidos, expertos, calzaron con cepos los pies del Señor; le descolgaron las ropas hasta los hinojos. Le enfundaron la cabeza con la máscara de paño rígido y amargo de pringue, de salivas, de espumas y lágrimas; el capuz que ciega a la víctima y ahoga un poco sus bramidos. La espalda del Señor crujió al doblarse; y quedó inmóvil y curvo, con las muñecas y la garganta atadas en manojo a una argolla (…). ¡Que lo flajele Melio! – dijo Pilato –: él desuella los cuerpos con más goce y sapiencia que los asirios a sus prisioneros; ¡los descorteza de modo que se les ve la vida desnuda, y no mata! (…)

Rechinaba la argolla de la columna, y bajo la tela retesada que cegaba el rostro de Jesús se producía siempre e mismo quejido, y siempre exacto con el mismo movimiento de la tralla: una queja íntima, aspirada y rota contra el paladar.”

Escribir una “vida de Cristo” no es empresa fácil para una persona dedicada a las letras. Miró recibió fuertes críticas por parte del clero conservador, ya que su narración no se apegaba con fidelidad al texto bíblico; mas tampoco se salvó de los acetosos comentarios de los liberales furibundos, quienes tildaron su texto de folletín pío, y lo encasillaron en el infructuoso esteriotipo de “escritor católico conservador”. Otras de sus noveleas, cuya temática también es religiosa (El Obispo Leproso, Nuestro padre san Daniel) corrieron la misma suerte.

Algo curioso es la tremenda difusión que se ha hecho de otras “vidas de Cristo”, verbigracia, la escrita por Jean Francois Muriac, y la poca publicidad que ha tenido la de Miró, que, pienso yo, no le pide nada a la del novel francés.

Se cierne sobre Miró un pesado prejuicio: no haber destacado como otros autores de su generación. Prejuicio fundado endeblemente en la ausencia de una “gran novela” en su obra. El peculiar modo que tenía el genio de Alicante de concebir la labor literaria –el relato atómico, pero peculiarmente pulido; la estampa breve, plagada de elipsis, pero profunda y bella; y el negarse a separar tajantemente géneros literarios – serviría sobremanera para apreciar en su justa medida sus novelas y cuentos. Borges tenía una razón filosófica, por no decir metafísica, para no escribir novelas –desconfiaba de la sustancialidad de lo real –, así que optó únicamente por los cuentos breves, y nadie duda de su grandeza. Con Miró ocurre algo parecido, sólo que en sentido inverso. Él cree que la realidad es tan rica y complicada que simplemente es imposible agotar sus matices. Por lo que una narración exhaustiva sería una pretensión ridícula. Él opta más bien, por la captación de instantes, de fotografías de las cosas y de las relaciones (pienso ahora en El humo dormido y en Corpus y otros cuentos). Posiblemente haya un valor mayor en una descripción meticulosa de una realidad parcial que en una titánica e incompleta reflexión de muchos elementos del cosmos. Y si no, por lo menos hay mayor humildad y respeto por lo misterioso del mundo. Otra circunstancia negativa es la dificultad para clasificar a Miró en una generación y en un estilo literario; algunos dicen que perteneció a la del 98´, otros que a la del 14´. Sea como fuere, lo que es a todas luces injusto es el olvido de su indudable calidad artística.

Un estudioso de la obra de Miró afirmaba que éste no es un literato de masas. Desde mi punto de vista, ninguna literatura de calidad, por muy leída que sea, es de masas; siempre hay secretos exclusivos, no inteligibles para todos. Yo más bien diría que Miró es un literato de estetas, de auténticos poetas enamorados de la realidad circundante. Esto hace que nuestro autor, en efecto, no sea lectura común en las planicies de vulgaridad.


ARM.

jueves, agosto 2

Teologia de estufa

A principios de 1975, el periodista argentino Orlando Barone se propuso reunir a Borges y Sabato. La empresa no era fácil. Llevaban años sin dirigirse la palabra. Barone, finalmente, lo consiguió. Movido por su admiración casi marmórea y armado con una grabadora, logró concertar siete reuniones. No se puede decir que el resultado sea genial. Es algo así como una disputa eruditísima, un estira y afloja, un ir y venir de datos egregios, una verdadera lluvia de referencias literarias-filosófico-anecdóticas, mediocremente cribada por Barone.
En medio de la cháchara, por ahí de la cuarta reunión, salta a la vista un breve intercambio de opiniones teológicas. Las líneas tienen un encanto morboso: ninguno comulga con el cristianismo. Ahora que, si en política Borges y Sábato no compartían opiniones --el peronismo ocasionó su distanciamiento--, no podía esperarse menos en religión.


BORGES: [...] Lo que no me gusta de Chesterton es que fuese católico. No lo entiendo.
SABATO: (Riéndose) No olvide ue era un católico inglés, y eso en Inglaterra es ser opositor.
BORGES: Sí, como ser protestante aquí. Además, el pertenecer a una minoría religiosa es una ventaja: lo obliga a uno a ser tolerante. Yo creo que Belloc le hizo mucho mal porque le metió en la cabeza la idea de que la religión católica se basa en el sentido común.
SABATO: La idea de que el catolicismo se basa en la sensatez es un disparate. Se basa en el absurdo, y por eso es inatacable. Pensar con lógica en la religión… Querer aplicar nuestras categorías humnas y sobre todo racionales a algo que las trasciende… Un disparate.
BORGES: Hecho ya censurado por Dios en "El libro de Job"
SABATO: El primero que aparece en su propia obra (se ríe). El primer escritor que hace una obra abierta.
BORGES: Creo que basta un dolor de muelas para negar la existencia de un Dios todopoderoso.
SABATO: (Mirándolo con ironía) Es probable que Dios no dé lo que uno quiere sino lo que uno necesita. Además, que Dios le traiga un dolor de muelas no es una prueba de la inexistencia de un Dios todopoderoso sino de la posible existencia de un Dios todopoderoso y perverso.
BORGES: Pero entonces no sería el Dios que adoran los católicos.
SABATO: Claro. Pero puede provocar dolores de muelas sin ser perverso: nuestra lógica no vale para la infinitud.
BORGES: Hay un arquetipo posible: Dios es tan generoso con el hombre, que le da todo, hasta la posibilidad del Infierno. Pero quién sabe si esos regalos convienen, ¿no?

Barone, Orlando: "Diálogos", Emecé 1996.


¿A poco no es muy bueno el chiste de Sabato sobre Dios y su obra? ¿Y qué hay de la tesis borgiana: Dios no puede permitir dolores de muelas? Estos argentinos… siempre mordaces.

El deber metafísico del cristiano.


Después de caer en la peor de las charcas inmundas citando un texto del Zagalo (no tengo nada contra él; de hecho, lo admiro; pero, hombreeeee, no tanto para citarlo en un blog de esta categoria donde se han plasmado pensamientos tan elevados como los de Chesterton, Bloy, Alfonso Reyes, Octavio Paz, Benito Pérez Galdos, Borges, De Lubac, Hugo Rahner, Karl Barth...), pretendo resarcir el error material y personal que cometió su creador (curiosamente no lo subió en su propio blog) regalando a los ojos del lector un texto sublime y comprometedor del gran teólogo de Lucerna:



"El cristiano es el hombre que tiene que filosofar desde la fe. Puesto que cree en el amor absoluto de Dios por el mundo, tiene que leer el ser en su diferencia ontológica como signo del amor y vivir conforme a este principio [...]

El cristiano es el eterno guardián del asombro metafísico con que comienza la filosofía y en cuya continuación ésta subsiste y vive. Tal asombro está siempre a punto de transmutarse en simple admiración de la belleza del ente, de ese orden fijo de leyes de la realidad ya ¨adornada¨ y ¨abastecida¨ por cuya indagación sienten una imperiosa curiosidad todas las ciencias particulares [...].

Los cristianos de hoy, en una noche más profunda que la de la Edad Media tardía, tienen el deber de llevar a cabo, imperturbables, a pesar de las tinieblas y las distorsiones, ese acto fundamental que dice sí al ser en representación vicaria de la humanidad: acto que es primariamente teológico y que, sin embargo, incluye toda la dimensión del acto metafísico de la afrimación del ser. Ellos, a quienes se les ha enseñado a orar siempre, a encontrar y glorificar a Dios en todas las cosas, tienen sus razones especiales, es decir, sus gracias particulares, que les permiten cumplir con su deber criatural. Pero si deben brillar como estrellas en el universo, les corresponde el deber de iluminar el espacio ensombrecido del ser, para que su luz original vuelva irradiar no sólo para ellos, sino también para todo el mundo; pues sólo en esta luz puede el hombre caminar de acuerdo con su verdadero destino.

El camino que lleva al cumplimiento de este deber se reconoce en lo que es el mayor bien hereditario del cristiano: la tradición conservada en el seno de la Iglesia de admirar y dejarse arrebatar por la belleza del Amor: la Gloria del Padre en el Hijo, y por su mediación, en el mundo entero."


Hans Urs Von Balthasar (Gloria V).


¡Hala! ahí teneis.