Ars ludi (primera entrega).
El aburrimiento es un buen motor para la creatividad. Cuando uno está hastiado de mirar sin gota de asombro la realidad circundante; cuando uno ha caído en las muelles manos del tedium vitae, el lenitivo más eficaz es la creación artística. No extraña, pues, que muchos de los espíritus más elevados – demoníacos, al decir de Goethe –, sean melancólicos. El hombre malhadado por Saturno busca con reconcomio redimirse de los instintos de muerte que lo asechan con insistencia. Y comúnmente lo logra a través del arte. En el caso contrario, como Kleist, un ejemplo entre muchos, la única salida es el suicidio.
Leyendo una entrevista que hace no mucho tiempo hicieron a Thomas Bernhard, en donde éste afirmaba que la única forma de paliar su profunda tristeza es la lectura de Schopenhauer, caí en la cuenta del profundo arraigo de la angustia en el corazón de los genios. Y una angustia que no sólo se circunscribe a la propia existencia: también se extiende a todo el cosmos: la Weltschmerz de los románticos alemanes se asoma subrepticiamente.
Lo más curioso es el perverso regustillo que tal estado genera. No usé fortuitamente el adjetivo “muelles” al hablar de las manos del “tedio de la vida”: hay una extraña comodidad, morbosa diría yo, en la depresión, en el aburrimiento: en la melancolía. Una hipótesis: el saturnino intuye que su actual estado lo hace creativo; o aún más: barrunta que el olor de la angustia atrae al estro. Otra hipótesis: el sufrimiento estruja al corazón, revelando, como la espina de Antonio Machado, su vida; el dolor tira con desdén las acorazadas murallas de los corazones lapídeos.
No es de extrañar el carácter lúdico del alma prócer. Estar cruzando de un lado al otro la delgada línea entre la tristeza profunda y la ironía es el juego favorito de los grandes creadores. Ahora bien, se corre un doble peligro al permanecer en este terreno polar: caer en la desesperación o en la frivolidad. Lo primero es terrible porque lleva a la absoluta inactividad creativa; y lo segundo, sin ser tan tremendo, de igual forma adormece el alma hasta llevarla a la inactividad, por lo menos a la intelectual. Mantenerse en equilibrio es un arte: ars ludi, podríamos llamarlo.
Este arte – al que denodadamente ya hemos bautizado – consiste en mezclar con prudente proporción la seriedad y la despreocupación ante el Destino. La Locura de Erasmo, a mi modo de ver, significa esto. Y el símil barroco del “Gran teatro del mundo”, es su máxima expresión.
Una pregunta al aire: ¿si no hay una Seriedad Absoluta que pueda relativizar toda seriedad mundana, ésta última tendrá, siendo fiel a toda sus consecuencias – la existencia del dolor, de la injusticia y, en última instancia, de la muerte – alguna otra opción que trocarse en desesperación o cinismo?
Un sabio amigo mío dice que el teatro contemporáneo – en su mayoría teatro del absurdo – ha perdido la noción de “drama”, pues una de las notas esenciales de la dramaticidad es su carácter polar. Polar significa, en este contexto, el peso positivo o negativo real de la libertad en la configuración del propio destino y del de los demás, y por tanto, la consecuente responsabilidad personal por la salvación o la condenación mía y de los otros. Hay, como se ve, una tensión, un contrapunto, inexistente en el teatro nihilista, entre el ser y el deber ser.
CONTINUARÁ…
Leyendo una entrevista que hace no mucho tiempo hicieron a Thomas Bernhard, en donde éste afirmaba que la única forma de paliar su profunda tristeza es la lectura de Schopenhauer, caí en la cuenta del profundo arraigo de la angustia en el corazón de los genios. Y una angustia que no sólo se circunscribe a la propia existencia: también se extiende a todo el cosmos: la Weltschmerz de los románticos alemanes se asoma subrepticiamente.
Lo más curioso es el perverso regustillo que tal estado genera. No usé fortuitamente el adjetivo “muelles” al hablar de las manos del “tedio de la vida”: hay una extraña comodidad, morbosa diría yo, en la depresión, en el aburrimiento: en la melancolía. Una hipótesis: el saturnino intuye que su actual estado lo hace creativo; o aún más: barrunta que el olor de la angustia atrae al estro. Otra hipótesis: el sufrimiento estruja al corazón, revelando, como la espina de Antonio Machado, su vida; el dolor tira con desdén las acorazadas murallas de los corazones lapídeos.
No es de extrañar el carácter lúdico del alma prócer. Estar cruzando de un lado al otro la delgada línea entre la tristeza profunda y la ironía es el juego favorito de los grandes creadores. Ahora bien, se corre un doble peligro al permanecer en este terreno polar: caer en la desesperación o en la frivolidad. Lo primero es terrible porque lleva a la absoluta inactividad creativa; y lo segundo, sin ser tan tremendo, de igual forma adormece el alma hasta llevarla a la inactividad, por lo menos a la intelectual. Mantenerse en equilibrio es un arte: ars ludi, podríamos llamarlo.
Este arte – al que denodadamente ya hemos bautizado – consiste en mezclar con prudente proporción la seriedad y la despreocupación ante el Destino. La Locura de Erasmo, a mi modo de ver, significa esto. Y el símil barroco del “Gran teatro del mundo”, es su máxima expresión.
Una pregunta al aire: ¿si no hay una Seriedad Absoluta que pueda relativizar toda seriedad mundana, ésta última tendrá, siendo fiel a toda sus consecuencias – la existencia del dolor, de la injusticia y, en última instancia, de la muerte – alguna otra opción que trocarse en desesperación o cinismo?
Un sabio amigo mío dice que el teatro contemporáneo – en su mayoría teatro del absurdo – ha perdido la noción de “drama”, pues una de las notas esenciales de la dramaticidad es su carácter polar. Polar significa, en este contexto, el peso positivo o negativo real de la libertad en la configuración del propio destino y del de los demás, y por tanto, la consecuente responsabilidad personal por la salvación o la condenación mía y de los otros. Hay, como se ve, una tensión, un contrapunto, inexistente en el teatro nihilista, entre el ser y el deber ser.
CONTINUARÁ…
8 comentarios:
Hablas de varios puntos que, creo yo, podrían desmenuzarse en diferentes reflexiones.
Por ahora, a falta de un después, elijo ésta: opino que el ocio, diferente a la pereza, puede resultar artístico... Si la filosofía es una forma de crear preguntas, el arte intenta crear las respuestas. Y de ahí que el melancólico trate de encontrar aquello que piensa perdido u oculto con el surgimiento de una propia inspiración, buscada, de nuevo, en el ocio, como lo ilustra aquel grabado de Durero.
No se si realmente el aburrimiento sea un motor para la creatividad, más aún, para la creatividad artística. El tedio, puede devenir en una modalidad de la ruina, de ese temperamento melancólico que sólo puede convertirse en odio profundo a los hombres y, en última instancia, a la existencia.
Quizá más bien el motor es otra cosa, quizá el atractivo, de ahí se origina todo. El estupor ese del que hablan los filósofos y no el spleen parisino de Baudelaire que sólo puede hablar de lo aburrido que está.
Es decir, ¿es el aburrimiento u otra cosa que lo desplaza lo que hace que exista la creatividad?
La pregunta que haces al aire, me parece es La Pregunta, a la que no se responder. Supongo yo que tiene que ver con la confianza: cuando uno deja de tener peso, es porque se tiene la confianza de que hay quien lo sostenga, y por tanto, no tenemos que ser tan "pesados" para mantenernos en pie. No se.
Abrazo enorme.
Sergio
Para Artemisia: no estoy tan seguro que el arte trate de crear respuestas, aunque es posible, por aquello de ese como sentido de la "revelación": artistas ven que desvelan un pedado del misterio.
Quizá la pregunta, en este caso, sea por la respuesta misma: la pregunta por el quehacer artístico, y la pregunta por qué es el arte, pero ahí, ya entramos en terrenos de la filosofía.
Saludos.
Sergio
Con referencia al último párrafo de tu comentario, Phoenix, creo que es una de Las Preguntas sin respuesta concreta de Historia del Arte. En términos de filosofía o no, no creo que pueda yo darte una respuesta satisfactoria, pero sí mi humilde opinión como lo que soy:
Un artista, un ser con necesidades de "crear", respuestas o no, partiendo de sí mismo y de su sentir ante cierta experiencia afectada por su entorno... de ahí una especial actividad (creatividad). Puede partir del ocio como trabajo... más que nada, algo lúdico.
Saludos!
No se si el aburrimiento sea la mejor herramienta para un músico, es muy diferente el resultado de tocar una sonata de Beethoven aburrido y desganado a cuando se hace impetuosa y temperamentalmente con dos copas de whiskey encima.
Phoenix: ¿Entonces hablas de que primero habría que definir desde la filosofía la palabra "arte" y restaurar su contenido?
En este sentido , si al final la perversión del significado arte se aprovechó del vacío semántico para estallar en cualquier cantidad de vertientes (Arte bruto, Arte conceptual, Body art, Pop art, Etc.) entonces yo ya no se a quién mirar con lupa jesuítica: si a los dogmas marxistas, al dogma feudiano, a los nacionalismos, a Balzac o a Hegel.
Vamos a ver: el signifcado profundo de la palabra "aburrimiento" se revela si atendemos a su raiz latina: "abhorrere", horrorizarse.
En este sentido, se aburre el que tiene la agudeza mental para darse cuenta que el mundo es bastante miserable; el que tiene cierta claridad mental para imaginarse un mundo mejor. Y para esto hay que tener cierta culturilla.
Distinto es el uso corriente de este término en el castellano actual: es sinónimo de aplatanado, apoltronado. Apoltronado puede estar cualquier hijo de vecino, como yo ahora mismo.
En el primer sentido, el aburrimiento hace sufrir, y su última consecuencia es la deseperación. Ahí es donde surge la necesidad de conjurar tremendo estado a través del arte, pues de lo contrario, se llega a la inactividad, no por vulgar "flojera", sino por tabardillo profundo, al estilo Felipe II o DGG.
El hombre melánolico tiende a estar aburrido. El genio, curiosamente, tiende a ser melancólico. Su genialidad es una carga que lo hace sufrir, ya que mira el mundo con agudeza. Basta con pensar en Cioran o Bernhard (pero también en Kierkegaard o Platón, quienes rezuman tabardillo). Si ellos escriben, es para no caer en la fase terminal de la melancolìa profunda: la tentación del suicidio o por lo menos la inactividad artísitica.
El hombre profundo o melancólico se redime de su tristeza -aburrimiento, melancolía -a través de su arte: pienso en Beethoven.
Pero, como bien dice Sergio, el tedio que no se maneja bien, lúdicamente, consume la creatividad. (De ahí que varios artistas hayan tenido periodos de aridez terrible). Pero el tedio bien manejado, o de menos paliado, ha dado a la humanidad obras como "Claro de Luna", del músico alemán, por poner un ejemplo.
Artemisia: sí; en efecto son muchos temas. Específicamente 4: El aburrimiento, la creatividad artística, la melancolía y la desesperación.
Pretendo, a lo largo del ensayo, enhebralos todos con el hilo conductor del arte lúdico o el símil "Gran teatro del mundo". Sólo quiero que desde el principio queden planteados; ya veras como se conjuntan a lo largo del trabajo -eso espero yo, de menos-.
Sergio: el asombro, a mi modo de ver, surge de tomar cierta distancia del mundo actual -tal cual es-: reflexionar sobre algo implica ponerlo en frente de los ojos con consciencia; hacer abstracción significa crear un espacio de diálogo con lo real, (cosa, por cierto, que no logra todo el mundo). Y esa distancia o espacio de diálogo crea una dualidad entre lo que es el mundo y lo que debería de ser: ahí, me parece, surge cierta melancolía. Ya lo platicaremos. Puras teorías.
P.S. Gracias por todos sus comentarios.
Me quedo con la realización gráfica del ensayo: "al estilo Felipe II o DGG".
Te dejo otra pregunta al aire: ¿no será que somo viejos, que el mundo hace mucho que ya no huele a cosa nueva, que la sopresa ingenua del heleno nos es inaccesible? Nuestro acceso al mundo es más mediado que nunca: ya, de suyo, el aparato de la sensibilidad, todas las categorías especulativas con que sofisticamos nuestro acceso a la realidad, el nudo de frustraciones, fobias y filias que somos, la urbanización, la virtualidad del internet, la tele, et al...
Acceder al horizonte interpretativo heleno es imposible ya. Y estamos cargados de tristezas y desazones heredadas y adquiridas, amén de las cuitas que nos vamos cargando por el camino...
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