El juego de la vida
Don Ramiro acabó con la mitad de su cerveza mientras decidía cuál tirar. Era una Victoria, clásica. Azotó, entonces, el seis dos. Su ahijado, Fausto, llevaba la mano. Octavió tocó dos voces. Ramiro había acertado. Fausto pudo sacar la "pecosa" que se andaba ahorcando. Le tocaba al "Negro". No tenía pa' dónde. Traía puras güeras sin seises ni cincos. Pasó. Ramiro puso la de cincos, su última mula. El compadre namás sacudió la cabeza. Los habían dejado cargados. El cinco cuatro fue la última ficha. Fausto se había quedado con ninguna. 'Te lo marqué, pinche "Negro", tápales el seis', dijo Octavio encabronado. Josué, "El Negro", tenía dieciocho años y aún no aprendía a leer el juego. "¿Pu's qué, otro?", preguntó Octavio. Don Ramiro no pudo evitar reírse. '¿Ya oíste Faus? No, compadre. En la cantina es como en la vida. O ganas o te vas la chingada." Ramiro le chifló al "Sonrisas" y pidió otra pa' los ganadores. Esa tarde el compadre invitaba.
5 comentarios:
ay, me hiciste recordar una partida de pocker onde mi honor quedó en el fango...
pero luego jugamos ajedrez y les hice morder el polvo!!
Así es la vida, según los napolitanos, como una conejera: corta y sucia! jijijij, toing!
¡Sergio!
A mí me han puesto unas mareadas...
Eso pasa cuando se juega strip-pocker, Sergio: cuando eres desafortunado en el juego no conviene apostar el pudor.
Y, sobre ti Illa, lo que he escuchado es que eres un apostador malo y despilfarrador. Un abrazo. A ver cuándo echamos la ficha.
jajajaja, sí sí, con razón sentí frío...
jajaja, Escamilla apostador malo y despilfarrador, jijiji. Primero fue lo de Tino y ahora esto, jejeje, no vas a brillar en sociedá amigoooo!
Si algo soy, amigo Sergio, es farol. De que brillo, brillo.
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