Aves de mal agüero
-¿Viste eso? —preguntó entusiasmado.
-¿Qué?
-¡Le dí! ¡Le dí!
-¿En qué parte?
-En el hombro. Después resbaló un poco en la espalda.
-¿Y ¿qué hizo?
-Nada. Creo que no se percató.
-Voy a intentarlo.
-Ahí viene uno. Apunta justo a la cabeza.
-Deja lo mido. Casi..., casi..., casi... ¡ahora!
-¡Mierda! —exclamó un anciano que pasaba debajo de los cables. Tomó el pañuelo de su bolso. Limpió su cabeza con el pedazo de tela. Y, nuevamente, echó a andar.
6 comentarios:
jajajaja
que mal plan.
Bue, así pasa.
Saludos
Qué frescura de relato, enhorabuena, Lexis.
Oye, ¿qué calvas famosas te gustaría apedrear?
--Yo ya pensé en el Doctor Ll. Ehm, "ya no" lo escribiré, por temor a los francotiradores.
--Ya, ¿nooo? Bájale.
--Perdón. Paranoia.
Siempre he considerado la calva de un eminente profesor, experto en la Física y Metafísica de Aristóteles, como la más seductora para un buen coco.
A mi me gustaría atinarle al capelo de cierto cardenal que está convocando a cierta marcha para cierto día de febrero en cierto Distrito Federal.
JAJAJAJAJA
me gustaria ser una paloma potona XD
A mí me recordó a cierta anécdota de Edwin en su ataque con una naranja...
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