Tenía la intención de releer algunos cuentos de Poe. Pero la idea de leer desde una pantalla, una noche de viernes, en medio de una biblioteca vacía y mediocremente adornada, ya no me seduce. Había pensado en The Raven, The Black Cat, The Cask of Amontillado, The Murders in the Rue Morgue, The Premature Burrial, Ligeia y The Masque of the Red Death. En especial, aunque por diversas razones, me interesaban el primero y el último. Me encanta ese efecto de zoom narrativo en The Raven. El otro, no sé. Fue el primero que leí de Poe. Es como el cariño que uno le guarda a su primer novela. Batallas en el desierto, en mi caso. Solamente la leí una vez. En secundaria. En el transcurso de las clases. Nunca la he vuelto a hojear. Temo que si lo hago, pierda ese regustillo que, poco a poco, se ha añejado.
Volviendo a Poe. Quería recordar ciertos relatos. Porque es común que olvide algunos libros. Como si hubiera pasado una hoja blanca tras otra, durante horas. Por ejemplo. Estoy seguro que leí La muerte de Iván Illich. Pero no tengo ni puta idea sobre qué trata. Vamos, sí, intuyo que ocurre una muerte. Poco más, aparte de eso. También, recuerdo haber leído, de Rafael Bernal, El complot mongol. Había un policía o detective, una suerte de mafia oriental, una mujer, también oriental, que era mala. Y hasta ahí. Es encabronante mi condición. A veces, cuando comienzo a leer un libro, lo hago con temor. Pienso que esa palabra, esa historia, ese personaje, se hará mierda en memoria. Boicoteo, a priori, mi lectura. Comploteo contra mí mismo. Contra el autor, la novela y la literatura en general. Alguna vez pensé en escribir reseñas sobre los libros que leía. Así, tendría una despensa literaria que refresacaría mi memoria cuando fuese necesario. Bah, pura verborrea bien intencionada. A la fecha no he escrito ninguna.
Volviendo a Poe. He leído, últimamente, algunos cuentos de Hugo von Hofmannsthal. Y comenté a L. que me habían decepcionado. En la edición que tengo, la de Aldus, que se titula Paisajes, aparecen cuatro o cinco cuentos –es que no la tengo, ahora mismo, conmigo–. Como sea. Además viene el texto de Ein brief. Ése si me gustó. Me gusta, mejor dicho. Los cuentos estuvieron bien, pero no geniales como la carta de Lord Chandos. Me esperaba algo de ese nivel. Me topé, en cambio, con un romanticismo a la usanza de Poe, pero germanizado: acartonado y menos potente. L., siempre sabio, me recordó que su fuerte es la poesía y el teatro. No puedo esperar a acabar con los cuentos para ir a lo que sigue. Elektra, principalmente, llama mi atención.
En realidad, no tenía mucho que decir sobre Poe. Tan sólo quería escribir sobre cómo fue una sombra en mi lectura de Hofmannsthal. También sobre mi desazón con los relatos hofmannsthalianos. Y sobre mi charla con L. Me da hueva escribir algo más sobre Poe. Sí, me gusta. Es tan bueno, sin embargo, que no sabría qué decir aparte de estas referencias tangenciales. Bueno, añado algo más: el bigote parece una constante entre los románticos. Lástima que no me sale.