martes, marzo 25

Me retracto

Justo cuando creía que mi lenguaje florido, de barrio, era una larva literaria con la capacidad de sufrir una metamorfosis antes de ser literatura, me topo con un textillo de Alfonso Reyes (Apolo o de la literatura). Idiota.

"Ni verso ni prosa literarios pueden confundirse con el habla común. No es verdad que Monsieur Jourdain hablara en prosa: hablaba en coloquio, que es distinto. El abuso se ha introducido en los hábitos del portugués, que para decir: 'Me agrada conversar con Fulano', suele decir: 'Gusto de su prosa'. Pero eso no es prosa. Tampoco dijo la verdad Juan de Valdés al afirmar ligeramente: "Escribo como hablo". Nadie habló nunca como él escribe. Al llegar a la operación literaria, muda el régimen de conciencia como si nos acercáramos a algún oficio religioso."

Primero. Juan de Valdés se me adelantó. Segundo. Fui tan ingenuo como Juan de Valdés. Me lleva la chingada. O nunca mis improperios serán literarios. O, bien, nunca he escrito literatura. Gracias Don Alfonso.

Carajo.

sábado, marzo 15

Lo que me gusta de escribir con groserías...

...es que escribo como hablo. Y qué chingados.

miércoles, marzo 12

Ese ojo

Ese ojo que es capaz de descubrir un trozo más del hilo de Ariadna. Ojo aguzado, melancólico, que atisba el infinito: eternidad o nihilidad. Ojo denodado, descubridor de mundos varios; de infinitas explicaciones: de infinitas contradicciones. Ojo agudo y penetrante que mira, observa. Mirada de ojo que descifra la voz del relente, de la rosa, del animal, de la montaña, del oreo, del arrebol, de la voz jamás pronunciada por hombre alguno. Voces todas resistentes a la tripartición del tiempo geométrico: al olvido del pasado. Voces de siglos leños. Persistencia de voces viejas.

Parpadeo de ojo capaz de asir el instante por un instante. Ojo que posee conscientemente la actualidad: ve y ha visto. Presente y presente perfecto. Ojo que fractura los fríos contornos – irreales – del mundo, avanzando hasta su verdad: Belleza (otro nombre para hablar de la desnudez de Natura). Ese ojo que escucha los secretos inconfesos de la lágrima, de la nuca de la mujer, del hostigo de la pared -y del alma-; ojo dialogante con sus pares. Ojo capaz de leer el tiempo en las frentes, la miseria o bonhomía en las dentaduras; capaz de descubrir en los labios el urente deseo: la fácil entrega; capaz de adivinar un corazón torvo o un corazón lenitivo. Ojo capaz de comprobar en un rostro la letárgica disolución de los afectos que antaño se le prodigaban… (¿Quién se atreve a decir, pues, que el ojo no habla, no escucha, no ama, no sufre?).

Ese ojo. Ojo de poeta.

Phi. Lord Chandos

(Regresó, carajo)

martes, marzo 11

Hapaxes al servicio de la comunidad

Se solicita su colaboración para localizar a Philip Lord Chandos, alias, El Líder. Quien desapareció el pasado 15 de enero del presente, después de su entrada, "Algunas reflexiones teológicas sobre el amor". La última vez que fue visto, Líder, leía y escribía sobre la Teodramática. Como señas particulares, Chandos, padece de prolongados periodos de ensimismamiento y misantropía. Además, profiere vociferaciones teológicas, literarias y filosóficas. Suele referirse a la gente como "fríos pornógrafos" y despotrica contra la ignorancia ajena. Los nombres Balthasar, Polo, Miró, Borges, Elizondo, Valéry, Pegüy, Balthasar,Goethe, Reyes, Novalis, Balthasar, Chesterton, Paz, Bloy, Bernanos y, sobre todo, Balthasar, provocan en Chandos un entumecimiento muscular y un resplandor en sus ojos. Cualquier información que conduzca a su localización, favor de hacerla llegar a través de este medio.

Por su cooperación, gracias.

(¡Ya regresa...!)

Alta gastronomía


¿De qué es el tuyo?, Surtido, Ah... A mi vieja le encanta el surtido, a mí no: tiene tanta mierda que ya no sabe qué está comiendo uno, No seas mamón, güey, como si tuvieras un paladar muy acá, Pu's así como me ves, no me como cualquier chingadera, ¿De qué pediste, entonces?, De nana, claro, esos sí saben bien.

Óptica moderna


Manuel Álvarez Bravo
(1902-2002)

lunes, marzo 10

Tabardillo




En un mundo ideal:

-¿Y Chemóstenes?
-No vino a trabajar. Se reportó atabardillado.
-Ah, ok.

viernes, marzo 7

El Romanticismo: cuestión de pelos

Tenía la intención de releer algunos cuentos de Poe. Pero la idea de leer desde una pantalla, una noche de viernes, en medio de una biblioteca vacía y mediocremente adornada, ya no me seduce. Había pensado en The Raven, The Black Cat, The Cask of Amontillado, The Murders in the Rue Morgue, The Premature Burrial, Ligeia y The Masque of the Red Death. En especial, aunque por diversas razones, me interesaban el primero y el último. Me encanta ese efecto de zoom narrativo en The Raven. El otro, no sé. Fue el primero que leí de Poe. Es como el cariño que uno le guarda a su primer novela. Batallas en el desierto, en mi caso. Solamente la leí una vez. En secundaria. En el transcurso de las clases. Nunca la he vuelto a hojear. Temo que si lo hago, pierda ese regustillo que, poco a poco, se ha añejado.




Volviendo a Poe. Quería recordar ciertos relatos. Porque es común que olvide algunos libros. Como si hubiera pasado una hoja blanca tras otra, durante horas. Por ejemplo. Estoy seguro que leí La muerte de Iván Illich. Pero no tengo ni puta idea sobre qué trata. Vamos, sí, intuyo que ocurre una muerte. Poco más, aparte de eso. También, recuerdo haber leído, de Rafael Bernal, El complot mongol. Había un policía o detective, una suerte de mafia oriental, una mujer, también oriental, que era mala. Y hasta ahí. Es encabronante mi condición. A veces, cuando comienzo a leer un libro, lo hago con temor. Pienso que esa palabra, esa historia, ese personaje, se hará mierda en memoria. Boicoteo, a priori, mi lectura. Comploteo contra mí mismo. Contra el autor, la novela y la literatura en general. Alguna vez pensé en escribir reseñas sobre los libros que leía. Así, tendría una despensa literaria que refresacaría mi memoria cuando fuese necesario. Bah, pura verborrea bien intencionada. A la fecha no he escrito ninguna.



Volviendo a Poe. He leído, últimamente, algunos cuentos de Hugo von Hofmannsthal. Y comenté a L. que me habían decepcionado. En la edición que tengo, la de Aldus, que se titula Paisajes, aparecen cuatro o cinco cuentos –es que no la tengo, ahora mismo, conmigo–. Como sea. Además viene el texto de Ein brief. Ése si me gustó. Me gusta, mejor dicho. Los cuentos estuvieron bien, pero no geniales como la carta de Lord Chandos. Me esperaba algo de ese nivel. Me topé, en cambio, con un romanticismo a la usanza de Poe, pero germanizado: acartonado y menos potente. L., siempre sabio, me recordó que su fuerte es la poesía y el teatro. No puedo esperar a acabar con los cuentos para ir a lo que sigue. Elektra, principalmente, llama mi atención.

En realidad, no tenía mucho que decir sobre Poe. Tan sólo quería escribir sobre cómo fue una sombra en mi lectura de Hofmannsthal. También sobre mi desazón con los relatos hofmannsthalianos. Y sobre mi charla con L. Me da hueva escribir algo más sobre Poe. Sí, me gusta. Es tan bueno, sin embargo, que no sabría qué decir aparte de estas referencias tangenciales. Bueno, añado algo más: el bigote parece una constante entre los románticos. Lástima que no me sale.

miércoles, marzo 5

Utilidad de la hermenéutica

A continuación, un consejo schopenhaueresco de Chesterton que tiene también uso en cualquier argumento.

*

Luego intentó arremeter intelectualmente contra mis alegatos. Yo contesté con una evasión muy sencilla. Siempre que decía algo que nadie sino él comprendía, yo replicaba con algo que ni yo mismo entendía. 

"No me parece -dijo- que usted pudiera haber elaborado el principio de que evolución es sólo negación, toda vez que inhiere en él la introducción de lacunae, que son algo esencial de la diferenciación". 

Yo le repliqué con bastante desdén: "Usted leyó todo eso en Pinckwerts; la noción de que la involución funcionaba eugenéticamente fue expuesta hace mucho por Glumpe". 

Es innecesario decir que nunca han existido personas como Pinckwerts y Glumpe. Pero a toda la gente alrededor, para mi gran sorpresa, pareció sonarles bastante bien, y el Profesor, encontrando que el erudito y misterioso método lo dejaba a merced de un enemigo un tanto deficiente en escrúpulos, volvió sobre una forma más popular de agudeza. 

"Ya veo, se burló, usted prevalece como el falso cerdo en Esopo". 

"Y usted fracasa, respondí sonriendo, como el erizo en Montaigne". 

¿Necesito decir que no hay un erizo en Montaigne? 

"Su verborrea se viene abajo, dijo, igual que lo haría su barba". 

Yo no tenía una respuesta inteligente para esto, que era muy cierto y muy ingenioso. Pero reí cordialmente y contesté al azar: "Como las botas de un panteísta", y giré sobre mi talón con todos los honores de la victoria. 

El verdadero Profesor fue echado fuera, pero no con violencia, aunque un hombre intentó con mucha paciencia quitarle la nariz.

lunes, marzo 3

¿Qué hay de nuevo, viejo?


Y la puso en su boca. Lo frío del cañón estremeció sus labios. Intentó decirle que era suficiente. Pero sus palabras se ahogaron en el amargo sabor a acero y pólvora quemada. '¿Te arrepientes?', le preguntaban. '¿Quién es la niña, ahora?' Con las mejillas abultadas y la mirada clavada en su propia nariz, tiró de la manga de su hermano pidiéndole que se detuviera. Enrique, el mayor, comprendió el gesto. Retiró la Remington de las pueriles fauces de Mateo. '¡Me lastimaste, tonto! ¡No le hagas tan fuerte!', le reclamaron. No hizo caso. Tomó, en cambio, la parte inferior de su playera para limpiar la saliva del cañón. Colocó de nuevo el revólver en el viejo libro. 'Vamos por la escopeta a la cochera, Mateo.' El pequeño se mostró poco entusiasmado. 'Ya no quiero jugar contigo. Siempre me lastimas.' Enrique lo animó diciendo: '¡Esta vez será divertido! Jugaremos a Bugs Bunny. Yo seré Elmer.' El pequeño se emocionó.