viernes, marzo 27

Sobre la Esperanza

Cuidado con la Esperanza. Correr su riesgo es espantoso. En el fondo, la Esperanza -la auténtica, cristiana- es una agonía. Y tiene que ver con estar con el Hijo abandonado hasta por el Padre, el máximo abajamiento, el amor más sumo, e s p e r a n d o. Contra toda esperanza. Un Dios que ha sido abandonado por Dios. Que, sin embargo, espera en Él. Eso es la Esperanza.

No hay que decir con ligereza, sin marchar detrás de ello, que se está deseoso de amar. O de esperar. ¡Dios nos libre, sí, de la burgués mediocridad! Pero también, ¡y aún más!, Dios nos libre de Dios.

7 comentarios:

Lía... dijo...

todavía no.

pero quizás.


si... definitivo, pocas cosas tan hermosamente crueles.

Phi.Lord Chandos dijo...

Ahora bien, la esperanza contra toda esperanza, es decir, la espera en el abandono total y la angustia y soledad absoluta del pecado ya fue vivida por el Crucificado. Creo que ya no nos toca vivirla así. Creo que no la podríamos vivir así. Participamos en ella, sí; pero la angustia desnuda de la Cruz nos destruiría en un instante.

Esto no significa, sin embargo, que toda vocación cristiana -si es auténtica- no tenga que pasar por el duro crisol de la angustia, mas la angustia en donde siempre, ya, hay un compañero solidario: Cristo.

Juan Manuel Escamilla dijo...

A eso va el "Dios nos libre de Dios".

El Justo Medio dijo...

Estaba por anotar lo mismo que Phi.Lord Chandos, cuando he visto la respuesta de Juan.
El sentido que adquiere tu 'Dios nos libre de Dios', Juan, parece ser para el lector novato como yo, el del agnóstico.

Juan Manuel Escamilla dijo...

No. De hecho es Meister Eckhart el autor de esa ocurrencia que yo parafraseo.

Juan Manuel Escamilla dijo...

Lo dice algo así como "Líbrame, Dios, de mi Dios".

Unknown dijo...

Mi Dios... mmm... creo que a veces ahí esta el problema. Al meterlo al lenguaje lo hemos hecho lo que es. Yo, como San Pablo, espero, de Dios, aquello que atribuye al cielo: "ni ojo vío, ní oido oyo..."

Dios en el lenguaje: Ockham, Lutero, Nietzsche, JEB... ¡que miedo!