miércoles, febrero 28

Henry de Lubac y Von Balthasar: una amistad cristiana.




“Probablemente Hans Urs Von Balthasar sea el hombre más culto de nuestro tiempo. Si existe en alguna parte una cultura cristiana esa se encuentra en él. La antigüedad clasica, la gran literartura europea, la tradición metafísica, la historia de las religiones, los innumerables intentos del hombre de hoy de buscarse a sí mismo, y sobre todo, la ciencia sagrada, con Tomás de Aquino, San Buenaventura, la Patrística (toda entera), sin hablar de la Biblia... no hay nada grande que no se encuentre en este gran espíritu acogida y vitalidad.”
Henri de Lubac, Misterio y paradoja de la Iglesia



martes, febrero 27

Real Zagal


Las siguientes líneas son un extracto del discurso motivacional dirigido a los jugadores del Real Zagal antes de cada juego:

"Se cuenta que existió un filósofo llamado Héctor Zagal. Y su filosofía era el TRIUNFO [...] ¡Vamos Real Zagal!"

¿Acaso no es inspirador?

martes, febrero 20

Karl Barth: el testimonio de un teólogo.


"¿Buena fe? Nunca me lo permitiría. Cuando sea llamado ante mi Dios y Señor, no me voy a presentar con una cesta a mi espalda llena con mis obras completas; todos los ángeles se echarían a reir. Ni tampoco diría para mi justificación: siempre tuve buena intención , `buena fe´. No, me presentaré allí con las manos vacías y sólo me parecerá oportuno decir: Dios, ten misericordia de este pobre pecador."

lunes, febrero 19

La Zarza Ardiente (Sigrid Undset)



Sorprende que la obra de Sigrid Undset, una de las pocas literatas católicas que, junto con Jean Francois Mouriac, ha ganado el premio Novel de literatura por novelas de inspiración religiosa, no sea muy conocida en los países hispano hablantes.

La exactitud y la fuerza descriptiva de la vida y paisajes medievales, mezclada con la aguda profundización en la psicología humana, especialmente de la psique femenina, hacen de la obra de esta autora noruega una de las más importantes de los países escandinavos, y una referencia necesaria para los intelectuales católicos.

En la línea de la primacía de la gracia, como Bernanos, Claudel y Pèguy, Sigrid Undset plasma en su impresionante novela, La Zarza Ardiente, la conversión al catolicismo del burgués Paul Selmer, comerciante noruego proveniente de una familia y una cultura de raigambre protestante.

Lo impactante de la novela no es tanto la conversión de Paul Selmer – pues ésta se gesta en el pasado, con motivo del contacto con una familia católica, y la novela no la explicita, sólo la deja entrever –, como la asunción de la esencia del cristianismo por parte de éste en su intrincada vida cotidiana.

Cuando el personaje principal de La Zarza Ardiente piensa que su existencia ya se ha estancado en un estado de “seguridad” y que nada nuevo lo podría cimbrar, decide dar el paso que llevaba barruntando hacía tiempo: ingresar en la Iglesia Católica. De aquí arrancan una serie de fuertes incomprensiones, empezando por su esposa, derivadas de su irrevocable decisión, que van revelándole la auténtica esencia del cristianismo, hasta el punto de entender que éste más que un esfuerzo indecible por vivir una serie de preceptos éticos y por tomar actitudes predeterminadas en las situaciones adversas, es el encuentro con la persona de Cristo y la concomitante aceptación de la propia debilidad. La autenticidad de esta aceptación se resuelve en la entrega a la gracia del Crucificado. Así, en la máxima incomprensión y abandono, Paul Selmer no se encuentra solo, pues ha comprendido que antes que él, Otro, en un acto magnánimo de caridad hacia los hombres, ya ha asumido vicariamente la más terrible soledad - la muerte- en el Calvario.

Más sobria en sus descripciones que Cristina, Hija de Lavrans, imponente obra que le mereció la máxima presea literaria en 1928, La Zarza Ardiente de Sigrid Unset muestra con un profunda maestría cómo el cristianismo católico es la única cosmovisión que absuelve al hombre de una concepción nihilista y desesperanzada de la vida, visión típica de muchos de los grandes autores literarios del siglo XX.

miércoles, febrero 14

Assemble


Señores: ayer lo he visto. Leyendo a Newman. Necesitamos a la Patrística en castellano. Así que, a partir de ahora, será misión personal y propia -si me da el corazón- traducir al menos a los cuatro grandes de ambas tradiciones. Eventualmente, todo Migne debe pasarse al castellano.

Señores, uníos. Aprendan griego y latín, los epítomes de la cultura, y uníos.

jueves, febrero 1

¿Duermo?


A veces sueño con ser un insecto, un mosquito de aquéllos que fastidian; también he soñado con ser banca, con ser libro, pluma, micrófono, palabra o voz. Sueño en exceso. En realidad, no tanto, es sólo que cuando lo hago es excesivo. Más de una vez he soñado despierto. A veces sueño cosas que me gustaría soñar. Otras me sueño un sueño. Pero sobre todo me gusta soñar que comparto, al menos con alguien, alguno de mis sueños. O ¿soy el único que fantaseo con los encuentros mágicos que la historia ha presenciado, y, nosotros nos los hemos perdido? ¿Quién no hubiera deseado ser testigo de encuentros como el de Hegel con Goethe, como la última visita de Berkeley a Malebranche, el primer día de Aristóteles en la Academia, aquél cuando Paz se maravilló con Bretón, o cuando Bretón se maravilló con México. El de Reinaldo Arenas y su decepción ante Carlos Fuentes y García Márquez, respectivamente; el primero de tantos entre Borges y Reyes, o el de Sábato con el portugués Saramago? Personalmente, me gusta un encuentro que, literalmente, pareciera de ensueño: Borges y Sábato.
La historia entre ambos no es una de amistad y cordialidad. Poco hubo de eso entre sendos genios. Sábato nunca fue admirador de Borges. Lo creía un aristócrata cuya literatura poco o nada tenía que ver con la situación pampera. Lo tildaba de ser un autor europeizado al que se le habían olvidado sus raíces. Sábato, como uno de los representantes de la "generación intermedia", veía con malos ojos a "Georgie": miembro del grupo Florida.
La enemistad fue marcada. Para dos genios, sin embargo, el destino siempre guarda una sorpresa tangencial. Aunque a veces ésta sea tan efímera que pareciera una jugarreta, un mal sueño.