viernes, septiembre 15

Paradoja

Colegas:

Ante todo quiero pedir una disculpa por el desliz de haber publicado en tan honrroso sitio un retazo de versos tan malparidos. Reconozco que me dejé llevar. Fui un loco.

Me hago cargo de que pedir disculpas no basta: hace falta reparar. Por tanto he decidido publicar otro texto que, si es de su placer, podríamos comentar junto con los demás en la próxima reunión de nuestro "Affaire".



Paradoja

Érase este el hombre sabio. Todo lo había vivido y no existía sendero que recorrido sus plantas no hubieran. Un día se dijo a sí mismo, como quien hace autobiografía y testamento en cada verso, a sabiendas de que cualquier palabra puede ser la última pronunciada (entonces se dicen las cosas a conciencia y en cada frase se deja una rebanada de corazón):

Tan lejos fui
en la senda
de mi blasfemar
que con Dios mismo
llegue a conversar.

Fue tal mi osadía
al pronunciar
la herejía
que alcancé
la vía de la
ortodoxia.

Eso se dijo, y se dijo bien. Pues tan todo había probado que sabía ya, como sabe por viejo el diablo, que en tanto desatinar tendría que terminar por acertar. Fue el más audaz de todos los hombres: anduvo tan errado que terminó por reconocer que nada había más errado que seguir suspirando con todos, como lo hacen todos, porque lo hacen todos: fue así que suspiró. Y estuvo en lo correcto.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Juan, has de leer "El reflejo de lo oscuro" de Javier Sicilia.
Gran historia real en la que se relata la conversión de Jacques Fesh, asesino y ladrón condenado a muerte.

Su conversión (actualmente su beatificación es debatida en Francia) es tal que lo que era cárcel se convierte en monasterio, lo que era encierro absoluto se convierte en libertad sin límites.

Relato en donde el encuentro con Dios se da en medio del dolor y de la muerte. Relato en el que 'el suspiro' y 'suspirar' se vuelve un sin sentido si no se hace con los ojos puestos en la esperanza de la eternidad.

Juan Manuel Escamilla dijo...

Gracias por la recomendación, querido Diego. Ya la he leído. No sólo eso, sino que la he vendido: un día la recomendé a un tipo que topé en no sé qué librería.

Plasma muy bien esa experiencia con la que me he topado tanto últimamente: la del que toca fondo y llega al sótano de sí mismo, sumido en la desesperación, para salir de ahí y toparse a Dios de frente.

No es el medio más adecuado, pero sí uno válido. Ya ves: a Dios le gusta perder: aún adonde no queremos que nos siga -el fondo oscuro del pecado- nos alcanza.

Anónimo dijo...

En estos días reeleí el texto. Maravilloso. Y, como nunca es tarde para reconocer lo bello, reconfirmo mi muy buena impresión sobre este feliz ensayo lírico.

¡Salud!

Chandos