martes, abril 29

Aquella noche de guerra.

Cuerpo aprisionado entre sabanas que se aprietan cada vez más por los azarosos movimientos nocturnos. Picor insoportable en la piel. Manos dormidas intentando apagar el prurito con rasguños inconscientes que sólo logran enardecerlo. El sudor cuece las heridas. La suciedad de la uñas las infecta. Duermevela insoportable. El tiempo olvida cualquier tipo de lógica: avanza, se detiene, se retrasa, se olvida. Una estampa infernal: calor, sueño interrumpido intermitentemente por el sonido acre del vuelo de los enemigos, ampulas efervescentes, cansancio mental y físico: desolación. Y mañana me espera una ardua jornada.

Retorno, agotado y sin voluntad, al sueño. Ellos–inimicis nostris– se aprovechan de la situación. Juegan, me rozan –saben que no los veo–, danzan alrededor de mí. Comienzan de nuevo el ritual pagano de la efusión de mi sangre. ¡Juro que no los he provocado en forma alguna para que reaccionen con este cruento y pervertido ataque! ¡La maldad en estos demonios debe ser instintiva!

No aguanto un segundo más. Prendo rápidamente la luz de la lámpara para descargar toda mi ira en contra del enemigo. Mis ojos entrecerrados se queman hasta adaptarse a la iluminación del cuarto. El patético quejido de los muelles del colchón es eco de mi dolor. Destrozarlos con el mayor sufrimiento posible es el único consuelo que me queda. Quisiera matarlos 100 veces. Ver cómo la vida que me han robado –mi sangre– sale por todo su cuerpo al reventarlos. ¿Sadismo? No me importa. El caso lo amerita (En la guerra las muertes se justifican, y los cadáveres se entierran en la fosa común de la inconsciencia colectiva). Me paralizo; siento el silencioso latido de mi sangre en las sienes y en los labios, toco mi cara, bañada en impura mezcla de sudor y grasa, y aguzo al máximo el oído para localizar a los malditos. De pronto, en el filo de cabecera de la cama, descubro al primero. Observo su arma afiladísima, su vientre turgente por sus depravados ataques, su hermosa y ágil estructura criminal. Parece que me mira, como retándome. Conjuro toda mi fuerza para no errar, a pesar de la debilidad mental, y doy mi mejor golpe. Escapa ágilmente. Intento ver a dónde huye el cobarde. Se ha colocado sigilosamente en la otra pared. Su camuflaje es casi perfecto –casi–. Pido ayuda a Dios (“Per signum crucis, de inimicis nostris, liberanos Deus noster…”). El segundo golpe. Esta vez la ira y la adrenalina me dan una precisión felina. ¡¡Plaaaf!! La sangre derramada en la pared calma mi sed de venganza. Me regodeo en mi asesinato. Espero que haya sufrido.

He acabado con uno; pero el número de heridas –aún frescas, encarnadas– en mi cuerpo, anuncian por los menos tres más.

¡Cuánto no daría porque mi enemigo sintiera el miedo! ¡Ojalá que tuviera conciencia del dolor! ¡Lástima!: sólo son unos pequeños y vampíricos mosquitos zancudo.

sábado, abril 26

Sabina y Prado

Me complace anunciar, señores, que ayer pude representar a nuestro pequeño grupo, con suficiente éxito y gozo -arbitror-, en los renombrados Diálogos de Medianoche organizados hebdomadice en Pamplona (¡que sí que sí: muy guay!).

Estuvieron Sabina y Benjamín Prado: ambos geniales. Apotegmas invencibles: Me encanta cuando Jaime Gil de Biedma dijo: Ayer seducía con mi belleza. Hoy seduzco con mi inteligencia. Mañana seduciré con mi dinero. Miradas de vuelta al marichalazo, poesía y diálogo. El pasado vivo, como el recuerdo de esa vecina rubia, enamorada de aquel moreno imbécil, que jugaba al baloncesto

Presentes estuvieron también Rafael Alberti y el maestro Ángel González, el muerto menos muerto que ha habido. Presentes las cartas de A vuelta de correo, presentes las historias tras las cartas. ¿Y qué tal esa noche en que, después de ganar un premio, Prado se comprometió a pagarles la cena en un bonito lugar frente a la Alhambra? Pues bien, apenas volver del privado (donde usó la mía, explicó Joaquín… por no gastar la suya) les vio el rostro y no pudo sino decir: ¡Qué cabrones! No sabía aún qué habían hecho, pero qué cabrones. ¡Y tanto!: la cuenta ponía 1464,55 euros, entre ellos 197 gin tonics

Particularmente deleitoso para mí fue el momento en que empezó Joaquín con esos sonetos de amor... o lo que sea: con el moño, las pestañas, las pupilas, el peroné, la tibia, las narices… 

O mejor: Este ya no camufla un hasta luego, esta manga no esconde un quinto as, este precinto no juega con fuego, este ciego no mira para atrás. Este notario avala lo que escribo, estas vísperas son del que se fue, ahórrate el acuse de recibo, esta letra no la protestaré. A este escándalo huérfano de padre no voy a consentirle que taladre un corazón falto de ajonjolí. Este pez ya no muere por tu boca, este loco se va con otra loca, este masoca no llora por tí

¡Oh recuerdos de esas grandes noches capitalinas en Los Fondues…! Les dejo aquí otras de las preguntas a las que respondió:

- ¿Se ríe de si mismo?

Eso es condición sine qua non. Quien no sabe reírse de sí mismo no sabe reírse de nada.

- Después de su enfermedad se ha rodeado de poetas; ¿le dan peor vida que antes?

Claro, yo creía que me iban a llevar a la vida sana y son unos borrachos impresentables. Salí de las drogas y el rock and roll y me metí en la bohemia literaria, lo que pasa es que tienen muchísimo talento y no es lo mismo perder la noche en bares con babosos cocainómanos que te vomitan encima que perderla con estos tipos maravillosos que te enseñan mucho.

- ¿Está Sabina mejor que nunca?

No (risas). Estoy muy contento de estar vivo y de estar en Pamplona, pero echo de menos determinadas intensidades que tenía cuando había sexo, drogas y rock and roll.

jueves, abril 24

La transfiguración de Kramsky en el jardín central

"...y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz" (Mt. 17:2).




viernes, abril 18

Sueños, gordura y paternidad



Hace unos días tuve que escribir un artículo sobre obesidad. Tenía que decir que la obesidad era un problema para la salud, que había un problema alimenticio en México (en este caso por exceso) y que el gobierno estaba tomando cartas en el asunto incluyendo frutas y verduras en los desayunos gratuitos. El texto resultó sumamente técnico, lleno de datos duros del tipo de 70% de la población entre 30 y 60 años padecen de sobrepeso u obesidad, o, que la prevalencia combinada de ambos factores, entre los menores, es de un tercio.

No sé. Quizá vaya a ser un mal padre. Pero hoy, si me preguntan ahora, diría que quiero tener un hijo gordo. Un verdadero menor obeso. Que rebase los parámetros de sobrepeso y engruese las estadísticas: mi hijo será un regordete. Se llamará Sebastián, "Sebas". No es una decisión precipitada. Le he dado muchas vueltas y cada vez me convenzo más de mis deseos. Mi primogénito será un niño gordo durante los primeros años de su infancia. Casi hasta los siete años. Su dieta estará basada en carbohidratos, harinas y azúcares. Sus brazos y piernas serán pequeños embutidos, suaves (como solamente la piel aún no corroída por el sol y el ambiente de un niño puede serlo). Tendrá un redonda y flácida barriga que extienda las fibras de sus ropitas. Su cuerpo estará lleno de pliegues: tersos rollos de piel que se apilan uno encima de otro. Sebas será gordo. Un niño que no sea fácil de cargar entre brazos. Simpático. Adorable. Glotón. Que se sienta orgulloso de su gordura, que coma dulces y golosinas hasta el hastío, refrescos, donas, papitas, cualquier cosa que ayude a incrementar su peso.

¿Problemas de autoestima? Imposible. Sebas será el consentido. ¿Juguetes? Los que quiera. ¿Dinero? Para su lunch. ¿Amor? Más que a sus hermanos. ¿Atención? ¿Confianza? Lo tendrá todo. Cualquier cosa.



Cuando he compartido mi sueño he sido duramente criticado. Que si va a ser un rechazado, que si va a tener problemas de salud, que si nunca va a enflacar, que si nunca tendrá novia, que si soy cruel, inhumano… que si todos aquellos que me criticaron fueron unos gordos frustrados, desdeñados y bobos y temen que le pase lo mismo a mi hijo. Pero nada ni nadie me hará cambiar de opinión. Todos esos detalles los tengo calculados. Existen riesgós, sí. Pero ninguno que no pueda sortearse cuando llegue el momento. Por ejemplo, Sebastián tendrá licencia para golpear. Cualquiera que se atreva a molestarlo Sebas lo golpeara. Sus brazos y puños rechonchos asestarán un buen golpe a todo malandrín que se mofe de su redondo cuerpecillo.

Además, llegada la edad en que la gordura deje de ser simpática, Sebas ingresará a una dieta, inspeccionada por un nutriólogo, y a un régimen estricto de actividad física. Y, entonces, cual crisálida, de ese enorme capullo de carne, saldrá un Apolo. Un Adonis que, en sus primeros años, se habrá granjeado el respeto social de sus compañeros (a golpes) y que estará listo para interactuar con el otro sexo.

¿Que todo esto es cruel? No lo creo. Sebas será un niño sano, ya lo verán. Será inteligente, chistoso y comelón. La paternidad me emociona. El proyecto de un hijo rollizo y carismático me entusiasma. Es un sueño legítimo. Alguien más, me imagino, puede anhelar un hijo genio, pintor, futbolista o atlético.



El mío, sin embargo, será gordo.

jueves, abril 17

Tabardillo profundo y ojo gacho II.

Dawid Ginoculus.
P.S. Si Dawid ya ostenta un tabardillo de este calibre a su edad, ¿qué será de él cuando cumpla los años de Thom York?

miércoles, abril 16

Tabardillo profundo y ojo gacho.


Thom York.
P.S. Me parece muy curioso que Thom York no tenga ni una arruga. Creo que es la ventaja de la parálisis facial

lunes, abril 14

Más sobre depresiones jesuíticas

D.- Me perdonarás si no le tengo demasiado aprecio a las tristezas de drogadictos asesinos y violadores. Chesterton ha expresado algo que sentía ha mucho: "Las tristes almas de los noventas perdieron la esperanza porque tomaron demasiada absenta; nuestros jóvenes han perdido la esperanza porque un amigo murió de una bala en la cabeza".
Yo sólo me pregunto si se refiere a sus noventa o si alcanzó a ver el grunge de nuestros noventa por un movimiento profético.

J.M.- ¿Por qué descartar ambas como excluyentes?

D.- Porque me pillan las depresiones baratas adolescentiles.

J.M.- ¿Qué depresión es digna, amigo, de tu reconocimiento? ¿Acaso la consabida jesuítica es la única?

D.- ES DIGNA UNA DEPRESIÓN QUE SITÚE EL VACÍO HUMANO CONTRA LA NECESIDAD DE UN ABSOLUTO QUE LO LLENE. NO ES DIGNA LA DEPRESIÓN DEL VACÍO HUMANO QUE ENCUENTRA INSATISFACTORIAS LAS FRUSTRACIONES ESTÚPIDAS DE LA LIMITACIÓN DE SUS FETICHES.

J.M.- Buena parrafrada. Creo que deberías postearla. Doy mi aquiescencia a tu parecer. Pero añado que peores son las depresiones edulcorantes de afanes esteticualos.

martes, abril 8

El Renacimiento

Amigos, amigos queridos -¡amigos!, ¡que aún los hay!:

Mañana el mundo ha de conmover sus cimientos. Los montes, me temo, brincarán y bailarán. Músicas extrañas, barbáricas, serán convocadas y resonarán desde laudes de laúdes imposibles, cuernos constantes, tronantes trompetas; cantará el cielo lejos, y, espasmos telúricos, gemirá la tierra como sólo hizo en la Creación, a la vez que los ojos de alguna virgen por nacer, al saberlo, se conmuevan en lágrimas de alegría sencilla y bella por saber lo nuestro, nuestro affaire: El Renacimiento.

Con melancolía nos recordaremos, ingenuos entonces, desencantados de optimismos frágiles. Amigos: no hay más mundo ya, ¿hay nosotros aún? ¿Qué hay que conserve sentido? ¡Crearemos Cielo y Tierra desde nuestras plumas! Inventaremos motivos violáceos, los escanciaremos en copas de vino, reiremos franca, abiertamente, ¡qué hermoso! Han de bailar nuestras voces, con el mundo conmovido, biendiciendo invenciones, tremendas unas, otras simples, como el Universo cuya espalda vemos (¿no es así, David, caro?). Y a fuerza de ver y ver el mundo, de nuevo, otra vez, siempre de nuevo, ¡por fin hemos de verlo, después de mucho tiempo, al quedarnos casi ciegos, casi hombres entonces, casi inocentes! Distraídos hemos andado, errando mil caminos, trillando viejos, rompiendo de otros su virginidad.

Y he aquí que, de nuevo, ¡nos reunimos!

¿No es motivo para hacer llorar hasta a un marino? ¿Incluso, fuerza es decirlo, al mar mismo? ¡Y sin embargo, reímos! ¡Nosotros! ¡Que tanto nos quisimos!

viernes, abril 4

La mejor de las muertes posibles

En mis sueños, así muero. ¿Alguien con una tina y un rosal?


Lawrence Alma Tadema (1836-1912)
Las rosas de Heliogábalo

martes, abril 1

En buena lid...